sábado, 21 de mayo de 2011

Freedom! Forever!

En estos días en los que se perciben incipientes, y algunos esperamos que duraderos, movimientos en la sociedad española y que han llevado a miles de personas a permanecer acampados en diversos puntos de varias ciudades españolas hemos podido ver a algunas de estas personas portando máscaras de color blanco que reflejan el rostro sonriente de un hombre, con un bigotillo. Esa máscara también ha comenzado a aparecer en carteles y pancartas en las paredes, y me he alegrado de encontrarme con el señor Guy Fawkes.

Porque esa máscara representa a un individuo que en el siglo XVII trató de volar el parlamento inglés, y es la máscara que utiliza el para esconder su rostro el protagonista de V de Vendetta, la obra de la que vengo a hablaros hoy.

V de Vendetta, serie de comics guionizados por Alan Moore (autor también de Watchmen o From Hell) y dibujado por David Lloyd nos traslada a un mundo con reminiscencias orwellianas, en las que un férreo gobierno controla Gran Bretaña mediante el terror y la opresión. Frente a ellos se alzará V y a través de sus páginas, y acompañando a otra de las protagonistas, una adolescente llamada Evey a la que rescata en las primeras páginas de la serie, asistiremos a la lucha que V mantendrá contra los opresores.

Es un mundo frío y desalmado el que nos muestra la obra, y vemos cómo el hogar de V está atestado de libros, arte y cultura en general, elementos de los que la humanidad ha prescindido. Y él trata de hacer que la gente despierte y se rebele contra aquellos que les controlan y les utilizan, llegando a ser cruel incluso. Las páginas en las que V se dirige a través de la televisión a la sociedad son de lo mejor de la obra, logra abochornar a quienes le escuchan por el modo en que se han dejado controlar y les recrimina su dejadez.

Qué queréis que os diga, no me importaría que un nuevo V apareciese en la televisión esta noche para recordarnos que la vida es algo más importante que un Barça-Madrid o una Belén Esteban.

En fin, todo esto para demostrar mi admiración por los acampados, así como mi apoyo, y una oportunidad para recomendaros la lectura de V de Vendetta, o si no que veáis la película del mismo nombre que dirigieron los creadores de la saga Matrix hace unos años; seguro que podéis extrapolar muchas conclusiones a la realidad actual.

lunes, 9 de mayo de 2011

Aquel tiempo en que todos quisimos ser héroes

Hoy iba a hablaros de cómo llevo el proyecto del e-book, pero me temo que esa entrada tendrá que esperar, porque hoy quiero salirme de la acostumbrada temática del blog y quiero hablaros de una película. No, no es la infame Thor, que también tengo el dudoso honor de haber visto. La película de la que quiero hablaros es Héroes (o Herois en su versión original en catalán).
Resulta que hace unos días la echaron en la tele, pero no pude verla, y como resultó que el sábado me acerqué a un centro comercial y me había quedado con las ganas, pues acabé comprándola (lo que me valió una de esas miradas de mi pareja en la que me da a entender que si entra una película, libro o juego más en casa se hará el vacío). Y ahí estábamos los dos, sentados esa misma noche frente al televisor.
Héroes cuenta la historia de cinco niños y de un verano que pasan juntos. Pero cuando ese verano resulta ser una época indeterminada de los 80 y tú tenías su misma edad en aquella época la película se convierte en un ejercicio de nostalgia inmenso. Fotograma a fotograma iba descubriendo guiños a mi propia infancia. que si un cartel de la película de La Historia Interminable, que si un Frigo Dedo, que si unas chanclas con rayas azules y blancas,...
no contaré nada de la trama, no contaré nada de su música, creo que debéis descubrirla si tenéis posibilidad de verla. Solo diré que entre dicha trama, dicha música y la nostalgia acabé llorando como un descosido, pensando en lo felices que éramos en aquella época, la inocencia de nuestros actos y la importancia de la amistad.
Ahora todo aquello se ha diluido, ya al principio de la película, situado en el presente, se ve a unos niños mucho más crueles, y esta tarde que he bajado al parque con mi hijo me he sentado a mirar y he visto cuán diferente éramos nosotros de la infancia actual: no existían Nintendos DS, ni Facebooks, ni siquiera internet.
Y nuestro sueño era tener una cabaña en un árbol y, si no era mucho pedir, un reloj con calculadora.
Me voy a ir despidiendo, que de nuevo me vuelve la añoranza por los tiempos pasados, que ya se dice que siempre fueron mejores.