domingo, 19 de septiembre de 2010

Las duras despedidas para un escritor novel

No, no me marcho, tranquilos, vengo a hablaros de otro tipo de despedidas.

Hace dos días he llegado a ese punto que odio. Ese momento en que escribes un capítulo tras el que uno de tus personajes se marcha. Definitivamente.

La primera vez que lo viví, hace ya siete años en mi primera novela, y la verdad es que lo pasé mal. Por eso, cuando tracé el argumento de esta nueva novela y supe que debía pasar por lo mismo, traté de prepararme para el momento. Y no lo conseguí.

Allí me encontraba yo, escribiendo las palabras en el portátil y (ahora podéis reíros), llorando como un crío, mi novia mirándome desde el sillón,…

Vamos, un cuadro, como podéis imaginar.

Mis personajes pon pequeñas personitas que viven en mi cabeza, hablan, discuten y en general hace su vida. Estoy acostumbrado a vivir con ellos y por eso precisamente es tan duro separarse de ellos, saber que no van a volver a hablar, que su trama se ha cerrado y que todo lo que tenía que hacer lo ha hecho. Es un momento difícil, el de la despedido.

Ahora que lo pienso, una de dos: o me estáis entendiendo porque a vosotros os pasa algo parecido, o me estoy volviendo loco con eso de oír voces, y sinceramente espero que la primera opción sea la correcta, no me parece bien emular a Jack Torrance (de El Resplandor), je, je.

El caso es que la gente que no se dedica a esto rara vez puede comprenderte, ya he hablado en otras ocasiones de los arrebatos de inspiración que pueden darte en cualquier momento y que te fuerza a buscar algo donde poder escribir, aunque sea una servilleta, y con esto pasa lo mismo, la gente no entiende que un personaje es algo que has creado y dado forma de la nada, le has impreso personalidad y en definitiva le has dado vida.

Y volvemos entonces a la realidad de la soledad del escritor, esa sensación de ser un incomprendido, de que solo quien se dedica a lo mismo puede entender a lo que te refieres.

Pero me estoy dando cuenta de que el tono de la entrada es bastante negativo, y no quiero que quede esa impresión. Es cierto que el acto de escribir es solitario, que a veces somos incomprendidos e incompresibles y que nuestros personajes en ocasiones mueren. Pero también es cierto que igual que mueren, nosotros los hacemos nacer a ellos y a sus mundos, y cuando acabas de escribir no te queda el poso de pena por los que se fueron sino la felicidad y la satisfacción del trabajo realizado, y eso es lo que verdaderamente importa.

Así que brindemos, compañeros, no por nuestros personajes que sufrieron y cayeron, sino por aquellos que se enamoraron, fueron felices y vivieron las vidas que nosotros, maquiavélicos escritores, ideamos para ellos.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La Cúpula, de Stephen King

Suponeos que un día camináis hasta el límite de vuestro pueblo o ciudad y una superficie invisible os bloquea el paso, impidiendo la entrada y la salida. A esta situación es a la que se enfrentan los protagonistas del nuevo libro de Stephen King. Más adelante vendrán las rencillas, la preocupaciones por los alimentos, y la convivencia forzada de los vecinos, en unas situaciones que recordarán en ocasiones a otro cuento del mismo escritor creado muchos años antes, La Niebla (por cierto aprovecho para recomendar la película que de este cuento dirigió Frank Darabont).

Pero lo que subyace durante sus más de mil cien páginas, por encima de las luchas de poder, las situaciones escabrosas o incluso la resolución del conflicto, es el miedo. El miedo a la exclusión, a sentirte atrapado y ver cómo todo a tu alrededor se desmorona, cómo la gente que te rodea y que hace apenas veinticuatro horas eran vecinos normales y corrientes, se transforman en bestias.

En cuanto a los personajes, un diez para King, ha sabido crear seres prácticamente tangibles, comenzando por la marmota que queda seccionada por la mitad cuando baja la cúpula (no destripo nada, que esto sucede en la tercera página) y llegando hasta Dale Barbara, Barbie para los amigos (que no son muchos), el principal pero no único protagonista de la novela. En el bando contrario, en el Lado Oscuro, tenemos a un colosal Big Jim Rennie, un concejal del pueblo que, amparándose en el miedo y en sus creencias se irá consolidando como firme cacique en el diminuto pueblo (llegados a este punto, ¿no es posible extrapolar esta situación a ciertas situaciones recientes acaecidas en los Estados Unidos?). A lo largo de la novela te encariñas con los personajes, odias a algunos de ellos y cuando se acercan las páginas finales no puedes evitar sufrir porque sabes que en breve te despedirás de ellos.

Con respecto al final, decir que sí, que hay un final, que sabemos cuál es el cometido de la cúpula y qué sucede con los habitantes del pueblo. Esto supongo que tranquiliza a algunos lectores de las últimas novelas de King, que saben que suelen tener finales abiertos, y en las que cuando pasas la última página te quedas levemente defraudado. No aquí, insisto, aquí todo se resolverá al final. ¡Y qué final! Pasemos a él en el siguiente párrafo.

No voy a contar nada, simplemente voy a hablar de mis impresiones y de lo que sentí, tranquilos. Mi experiencia fue similar a la que viví con La Tienda, me leí hasta la última décima parte muy deprisa (el libro ha caído en diez días, de los que dos y medio fueron para las últimas cien páginas). Es un libro ágil, con capítulos cortos que te incitan a leer uno más antes de irte a dormir. Y entonces llegan esas últimas cien páginas, y sientes que el escritor te ha manipulado, pues has pensado durante todo el libro en un clímax que no tiene nada que ver con lo que se nos presenta en ese momento, y que lo que te temías que pudiera suceder es peor aún. Ahí llega el verdadero King, te insufla el miedo y la tensión, cada página te acelera el corazón y te estremeces continuamente. Siento ser tan críptico, pero en serio hay que llegar hasta ahí para comprender de lo que hablo.

En definitiva, un libro ágil, que con su grosor se hace corto, una soberbia puesta en escena de los personajes y una situación escalofriante. No hay fantasmas ni monstruos, como en otros de los libros de King, pero aquí se nos demuestra que peor que Pennywise o Cujo puede ser un Big Jim cualquiera.

Lo mejor: La sensación de que se hace corto.
Lo peor: Al tener como protagonista a todo un pueblo, algunos personajes secundarios quedan poco esbozados.