jueves, 28 de octubre de 2010

un momento Kit-Kat

Como quiero evadirme de la sensación que me provoca la Espera, llevo unos días rebuscando en las tripas del ordenador y he encontrado este mini relato que hoy quiero compartir con vosotros. Por lo demás, tampoco hay novedades en el frente en el tema bebé, aunque estamos mi novia y yo corriendo como locos para tener todo preparado, que el plazo se acaba (y ya me estoy poniendo de nuevo nervioso, ¡qué estrés!).

Espero que os guste.



LLEGA LA PRIMAVERA

Una mirada, tan solo una mirada. Una mirada es todo lo que nos une cada mañana, una mirada nos transporta a un imaginario mundo en el que solo existimos ella y yo.

A las ocho y cuarto la veo aparecer, baja las escaleras de la estación corriendo, casi siempre con prisa. Cuando pasa por mi lado gira la cabeza, me mira y sonríe. Debo gustarle, tal vez el hoyuelo que me marca la barbilla, tal vez mis ojos negros. O quizás solo le guste el traje que indefectiblemente visto, oscuro y de Massimo Dutti. Ella unos días lleva vaqueros, otros falda. Yo siempre mi sempiterno traje.

Tras ese íntimo momento en que nuestras miradas se cruzan ella se aleja escaleras abajo, hacia su andén. No sé a dónde se dirige, ni nunca lo sabré. Dios sabe que deseo correr tras ella, hablarle, susurrarle lo que siento, abrazarla. Pero no lo haré, claro, me limitaré a mirarla desde detrás de este cristal y ver cómo se aleja. Y sufriré en silencio por aquellas palabras que me encantaría decir y que nunca saldrán de mis labios.

Nunca me muevo de mi sitio, claro, es lo lógico. De lo contrario ya me gustaría ver la cara de la gente de la estación. Siempre estoy aquí, contra la pared, deseando que pasen las horas y que llegue pronto la mañana siguiente, esa hora en que la veo aparecer.

¿Será el hoyuelo, mis ojos, o el traje?

Hoy ha vuelto a pasar por delante de mí. Corría más deprisa de lo normal, y de hecho eran las ocho y veinte. Cinco minutos que a mí me parecen irrisorios después de las horas que me paso esperándola, pero que para ella resultan ser un mundo. Aminora su marcha y gira la cabeza, pero no llega a detenerse y no me sonríe. Y yo quiero gritarle que mañana no estaré aquí, pero claro, sigo callado. Aunque pudiese hacerlo tampoco sé si me escucharía a través del cristal. La veo alejarse y entonces escucho de nuevo los pasos de los dos hombres que han venido hace un rato. Traen las llaves que abren la puerta que me retiene, y uno de ellos porta un rollo que extiende en el suelo, ante mí. Ahora ella no mirará hacia donde yo solía estar, pero en su lugar muchos hombres se pararán y hablarán el lenguaje secreto de las miradas.

El cartel que me sustituirá muestra a dos exuberantes chicas con unas faldas cortas y camisetas de tirantes que enseñan parte de su pecho.

Cuando los dos hombres abren mi prisión dispuestos a descolgarme, miro de nuevo a las chicas y pienso que, después de todo, la primavera ha llegado al Corte Inglés.

domingo, 17 de octubre de 2010

Reflexiones post-envío

Si hace unos días os iba a hablar de la sensación de impotencia durante el tiempo de espera en la respuesta de una agencia o editorial, hoy toca hablar del siguiente sentimiento que desde hace unos días hace mella en mi ánimo: el miedo.
Terminé la revisión de la novela (de hecho lo había hecho días antes de recibir la respuesta de la agencia pero decidí a pesar de todo darle una lectura final antes de enviarla), la metí en un sobre y la mandé. Y pocos minutos después ya me estaba comiendo la cabeza y empezaba a sentirme intranquilo.
Porque ahora sé que ya no depende de mí, que lo he hecho lo mejor que he podido y sabido y ahora el futuro de la novela por la decisión de otras personas.
Y tengo miedo. Miedo de que no guste, de que no cumpla las expectativas, de que sea muy larga, y muchos otros elementos.
Sé que quedan meses hasta la respuesta (o tal vez no, pero mucho me temo que llegaré al 2011 sin saber nada), y me digo que así no puedo estar, que tengo que tranquilizarme; pero de momento no lo he conseguido. A la cabeza me vienen párrafos en los que ahora cambiaría algo, capítulos en los que modificaría la estructura y mil modificaciones más. Pero ya no es posible, todas las cartas están repartidas.
En fin, que a ver si pasan pronto estos próximos meses porque entre las últimas semanas del embarazo y esta incertidumbre con respecto a la novela estoy taquicárdico perdido, suerte que mañana empiezo una semana de (en mi opinión) merecidas vacaciones que me sirvan para relajarme un poco.
Y se me ocurre que un buen modo de comenzar a disfrutar de estas vacaciones es acercarme a la librería y ¿eh, qué veo ahí? El libro de una compañera escritora que se acerca con frecuencia por estos lares: Lola mariné y su flamante Nunca fuimos a Katmandú, en las librerías desde el 23 de Septiembre. Y solo os puedo decir una cosa de este libro, mi novia, a la que se lo regalé, ya lo ha terminado y me ha dicho que le ha parecido ameno, realista, que está bien escrito y que felicite a su escritora, así que ya sabéis, haceos con él que os aseguro que mi novia tiene muy buen criterio literario (y que conste que soy objetivo, ¿eh?).

viernes, 8 de octubre de 2010

La Espera (así, con mayúsculas)

El domingo tenía pensado dedicar un rato a la entrada semanal de este blog cuando circunstancias referentes al embarazo de mi pareja me han tenido hasta ayer de peregrinaje al hospital. Ahora tanto la madre como el niño están bien y, después de que se me haya pasado el susto me puedo sentar un rato frente al teclado.

El caso es que tenía pensado hablaros sobre la situación en la que te encuentras cuando has enviado un manuscrito a una agencia, o a una editorial, y ves cómo pasa el tiempo y no recibes respuesta. La temida Espera.

Es un hecho que tanto las unas como las otras están colapsadas, y aunque informen de unos plazos estimados de respuesta casi siempre van a superarse. Así que cuando les envías algo debes cargarte de paciencia, lo que no implica que no estés nervioso, que no tengas la sensación de que se han olvidado de ti o de que no tengas ganas de coger el teléfono o escribirles para saber qué ha sucedido con tu envío. Desechar esas ideas en la medida de lo posible, por lo que yo sé siempre contestan, aunque sea tarde, o si no ellos mismos ya te avisan de que pueden no hacerlo.

El caso es que no voy a extenderme más en este tema y en cómo me sentía, porque ha sido sentarme, echar un vistazo al e-mail y ver ahí el ansiado y a la vez temido e-mail: la respuesta.

Temblando lo he abierto y ha servido para arreglarme el día. En su día envié a una agencia parte de mi último manuscrito y en su e-mail me informan de que desean que les envíe el resto de la novela.

Sé que es un pequeño paso, pero ¿qué queréis que os diga? Sientes que has superado esa primera barrera, ese primer escollo con el que nos encontramos muchos escritores. Siento que estoy un poquito más cerca de la meta, aunque también es cierto que sigo viendo dicha meta muuuuuuy lejos todavía.

Pero bueno, poco a poco se hace el camino, ¿no?

Ahora os dejo, me he propuesto dar un último paseo por la novela antes de enviarla, que siempre hay alguna coma o algún acento que se escapa.