sábado, 22 de mayo de 2010

Precio

Ayer me acerqué a la FNAC (¿se puede hacer publicidad, verdad?), y se me cayó el alma a los pies. Ya había oído lo que me esperaba, pero no quería creerlo. Allí, frente a mí, tenía el último libro de Stephen King, La Cúpula, y cuando miré el precio confirmé lo que me temía.

Casi treinta euros, el libro en cuestión. Vale que son más de mil páginas, pero me parece un precio exagerado. Y lo peor es que no es el único que ronda esos precios.

Me acuerdo que hace años, la piratería de música achacó la razón de su existencia al alto precio de los discos. Ahora parece que este elemento ha llegado a la literatura.

Y no creo que sea el buen camino, basándome en lo que he dicho de la música. Pienso que tanto el señor King, como sus agentes, editores y en general todo el que vive de que yo compre sus libros vive lo suficientemente bien y seguro que su casa mide más que los escasos sesenta metros de mi humilde pisito, y por tanto me tomo como una tomadura de pelo que pongan ese precio, un aumento descarado con respecto a años anteriores.

Con todo esto pienso que dan razones para la mencionada piratería así como a los defensores del e-book. ¿Es por esto por lo que hemos llegado a estos precios, sacar un poco más de beneficio antes de que la burbuja explote? Craso error, en mi opinión.
Personalmente esperaré tranquilamente a que salga la edición en bolsillo, y mirad que me pesa, que me gusta tener en tapa dura a Stephen King, que luce muy bien, pero ¡qué se le va a hacer!, no quiero sentirme estafado cuando pase por caja.

domingo, 16 de mayo de 2010

Nubarrones

Si hace unas entradas os decía que todo iba viento en popa con respecto a mis proyectos de un par de semanas a esta parte todo ha dado un vuelco que ha girado mi situación ciento ochenta grados.

Una carga de trabajo extra, unido a una cierta falta de inspiración han hecho que no haya escrito ni una línea en todo este tiempo, no solo de mi actual manuscrito, sino ni siquiera de este blog u otros mundos virtuales.

Y es que después de tirarme diez horas en el trabajo, una hora de ida y otra de vuelta, cuando he llegado ha casa lo que menos me ha apetecido ha sido ponerme frente a otra pantalla, máxime cuando, como ya he dicho, no tenía muy claro de hacia dónde va o por dónde debe seguir el manuscrito. He llegado, me temo a uno de mis para nada añorados bloqueos.

No obstante, no hay mal que por bien no venga, y ya que no puedo escribir, al menos me he dedicado a leer. Y he leído bastante, la verdad. Por un lado, he acabado «Millenium», haré una próxima reseña de la trilogía; me he vuelto a leer los cuentos del certamen literario, que el día de la deliberación se acerca y he querido ver si me reafirmaba en mis impresiones, y también ando leyendo un manuscrito de otro compañero escritor (que el pobre debe pensar que me había olvidado pero no es así). Vamos, que estoy aprovechando esta sequía creativa.

Y hay dos hechos que me animan ligeramente, uno de ellos es que estoy escribiendo esta entrada para el blog, lo cual ya es algo, y la segunda es que empiezo a percibir las formas de los dos siguientes capítulos de mi novela, y ese es el paso previo para tenerlos claros y nítidos en mi cabeza y por tanto poder escribirlos.

Así que algo es algo.