viernes, 30 de abril de 2010

Agradable sorpresa

Formo parte del jurado de un certamen literario y ahora ando inmerso entre cuentos y relatos de estudiantes de ESO. Y la verdad es que estoy gratamente sorprendido.
Mucho se habla de la juventud actual, incluso hace meses subí una entrada a este blog tocando el tema, y ahora veo modificada mi opinión. Es cierto que hay muchos jóvenes que acusan una falta de valores importante, pero también es cierto que en estos relatos estoy viendo el fondo y la personalidad de algunos de ellos.
Me sorprende por ejemplo la cantidad de textos cuyos protagonistas realizan valores humanitarias en países desfavorecidos, es curiosa la sensación de comprensión de la desigualdad mundial que estos relatos desprenden.
Otro tema recurrente, al igual que desgraciadamente en las noticias, son los textos basados en violencia de género. Varios de los relatos versan sobre este tema, y eso quiere decir que en los colegios e institutos es un tema de actualidad. Y todos, evidentemente, rechazan este tipo de violencia, lo cual quiere decir que ellos parecen aprender de los errores de las generaciones anteriores. Quiero pensar que esto es un sentimiento generalizado entre la juventud, pues esa es una de las metas de la evolución, aprender de los errores del pasado.
Por supuesto también he encontrado historias de amor, o relatos que hablan de la soledad, pero son los menos, como ya he dicho la mayoría de los textos versan sobre uno de los temas arriba citados o sobre otros valores positivos.
Os confieso que esperaba encontrarme historias de vampiros, o de personajes de videojuegos, películas o series, y en su lugar me encuentro con textos que hablan de humildad, de solidaridad, de amistad y de lealtad; y aplaudo a sus autores, porque además están bien escritos, con variado vocabulario y frases correctamente construidas. Y siempre digo que a escribir se aprende leyendo, por lo tanto eso quiere decir que hay unos cuantos chavales que en cuanto llegan a casa hacen algo más productivo que encender la televisión y ver el Sálvame.
Bravo por ellos y por sus neuronas.

martes, 20 de abril de 2010

El Nombre del Viento

Cuando salió este libro dudé entre comprármelo o hacerme con «Nocturna». Al final y por diversos factores no tuve ninguno de los dos, por lo que cuando vi «El Nombre del Viento» allí flamante en el apartado de novedades de la biblioteca me lancé sobre él como un ave rapaz.

Y me ha gustado leerlo, me ha traslado a su mundo y me ha hecho imaginarlo, cosa que en un libro de fantasía es necesario y que por desgracia no todos lo consiguen.

Al principio parece que la trama va a seguir un camino ya varias veces pisado, pero en lugar de ello da un giro a la trama, cambiando el sujeto de la narración, y cuando nos sumerge en esa nueva visión nos recuerda de vez en cuando la trama inicial por medio de interludios.

Acompañamos a Kvothe durante los primeros años de su (azarosa) vida, desde la desaparición de su entorno habitual hasta que entra en la universidad, así como la vida que lleva durante su período de aprendizaje en aquel lugar. Durante ochocientas páginas asistimos a la aparición de los villanos, de la chica, y demás elementos arquetípicos, pero a la vez mezclados de manera original con otros ambientes o registros. Hubo momentos en que me pareció estar leyendo «Oliver Twist», por ejemplo.

Y llegamos al punto en que entra en la universidad de magia, y entonces me dije:«vaya, aquí es cuando se convierte en Harry Potter». Error, y grave, además. Es cierto que ya se nos han dado pistas de lo que es la magia en aquel mundo, de sus afinidades con materias como la física u otras materias científicas, pero es que además cuando llega el protagonista a una de sus primeras clases el profesor les dice que se olviden de espadas de fuego y cosas así ya que no existen y son míticas. Es decir, se habla a menudo de los Chandrian y de Táborlin y sus dotes para conocer el nombre de todas las cosas, pero se habla de ellos en un entorno legendario. Y eso en un libro de estas características me ha parecido muy original, todo hay que decirlo.

Hubo sin embargo un trozo de la novela que me sacó de su habitual tónica universitaria y me contó una expedición a una ciudad cercana (¡no veáis lo que cuenta explicar sin poder contar nada para no destrozar el argumento!) en busca de unas llamas azules que Kvothe. La verdad es que esas ciento y pico páginas me aburrieron, no entendí el por qué del viaje ni el planteamiento del protagonista, si bien al final todo toma un leve sentido.

En fin, una buena novela de fantasía, que sin embargo se aleja de la vertiente fantástica en muchas ocasiones y nos acerca a otros géneros.

Ahora tengo una cita con el tercer volumen de «Milenium», a ver qué tal, ya os contaré.

martes, 6 de abril de 2010

La llegada al puerto

Hace dos semanas que no paso por aquí, primero porque tuve una carga de trabajo inmensa la primera de las semanas y luego porque durante la segunda me cogí unas vacaciones que me hacían pero que mucha falta.

El caso es que ambas semanas han sido como el día y la noche, si en una de ellas estuve de mal humor y estresado, con muy pocas ganas de ver un ordenador después de salir del trabajo, la siguiente fue todo lo contrario, relax y playita en Granada, mucho sol y muchas horas tras el teclado (bueno, y pescaditos y cervecitas).

Y así, sin apenas darme cuenta, superé la siguiente etapa de esta particular travesía. Había llegado al último folio de correcciones de mi última novela. Quedan nuevas lecturas, nuevas correcciones y visiones externas, pero la primera criba estaba hecha.

Cuando acabé la novela en diciembre me propuse dejarla enfriar, salirme de su mundo para después encarar la corrección desde fuera de sus páginas. Por ese motivo la tuve castigada en un rincón de mi casa durante un mesecito. Entonces, un día, me acerqué a los folios y comencé con la corrección. Sentía que el momento había llegado y podía dedicarme a ello.

Ahora me ha pasado algo parecido. He disfrutado de la corrección, y ha resultado ser muy ágil y fluida, pero en mi cabeza se ha ido abriendo camino una nueva historia, y cada vez me reclamaba más lugar. No caí en la tentación y seguí con la corrección, ahora que, cuando todo estuvo sobre papel y solo me quedaba pasarlo a ordenador un par de días fui infiel y me dediqué a la nueva historia.

Ahora he atracado en este imaginario puerto de mi particular viaje a Ítaca, y mis caminos se bifurcan. Parte de mí dice que debo explorar el puerto y entonces seguir el trayecto, mientras que otra parte insinúa que lo que debo hacer es alejarme del barco y explorar la maleza que veo a pocos metros.

Y supongo que, como siempre, acabaré dividiéndome y reconciliando ambas partes.